Kiruna, una ciudad de 18 mil habitantes al norte de Suecia, está construida sobre la mina de hierro más grande de Europa, lo cual implica un riesgo inminente. Los detalles del faraónico proyecto que incluye movilizar también a los edificios históricos

Bien al norte de Suecia se encuentra Kiruna. 18 mil habitantes pueblan sus calles, sus plazas, sus edificios, su iglesia, que suelen estar recubiertos por una capa gruesa de nieve. Debajo de la ciudad funciona una inmensa mina de hierro que para los vecinos del lugar se volvió un peligro por el riesgo de que todo el pueblo termine tragado, sumido en un pozo.

Ante el riesgo inminente, hace ya tres años que se planea una mudanza masiva. Toda la ciudad será trasladada tres kilómetros al este para así posibilitar, por un lado, la perforación de la minera estatal LKAB y, por otro, impedir una catástrofe.
En 1900 había sido la propia compañía minera la que había fundado la ciudad. Habían reconocido el potencial de la mina de hierro -la más grande de Europa- para la economía local y creían que la cercanía de los trabajadores sería un factor decisivo.

Después de muchos años, esa ventaja se convirtió en una preocupación. Eso sumado a la rentabilidad que ofrece cavar más metros en profundidad dieron lugar a un proyecto faraónico que ya comenzó.

La misma empresa invertirá 900 millones de euros en reubicar a todos los kirunenses y a los edificios históricos que los rodean. La semana pasada el primero de los inmuebles se movió a su nueva ubicación. El ayuntamiento de la ciudad, erigido en 1900 para albergar a los empleados de la mina, fue movido con un camión hacia su nuevo emplazamiento.
Los propios vecinos de Kiruna votaron a favor del traslado de la ciudad con la condición de incorporar también las construcciones emblemáticas. Como incentivo, les ofrecieron comprar sus casas con un sobreprecio del 25% o la construcción de una nueva en la ubicación donde vivirán. Más allá de los inmuebles históricos, lo demás será reconstruido.
A pesar de que el proyecto empezó hace tres años, todavía ninguno de sus habitantes se fue de su tierra. LKAB sumó los servicios de la firma de arquitectos White Arkitekter para establecer la mudanza total. El estudio compara el traslado masivo con «el movimiento de un ciempiés que se arrastrará un par de kilómetros» y calcula que el proyecto se puede extender hasta por 100 años, aunque en dos décadas tendría que estar finiquitado.