El artista compartió historia sobre un hombre que conoció en uno de sus viajes. Su nombre es Idris y a pesar de su extrema pobreza, se sacrificó para que su hija lograra un título universitario.
¿A qué se dedicaba Idris que podía avergonzar a su familia? Era limpiador de alcantarillas y trabajaba arduamente para llevar el pan a la casa. Pero nunca contó qué era lo que hacía para evitar que su familia sintiera vergüenza. Sus hijas tuvieron la educación que él nunca tuvo a costas de un enorme sacrificio. Al final tuvo su recompensa.

«Nunca le dije a mis hijas cuál era mi trabajo. Nunca quise que se sintieran avergonzadas por mi culpa. Cuando la más pequeña me preguntaba a qué me dedicaba, solía decirle de forma titubeante que era un obrero. Antes de llegar a casa tomaba una ducha en baños públicos, de esa manera no dejaba pista del trabajo que hacía. Quería que mis hijas fueran a la escuela, que se educaran. Quería que se pararan frente a las personas con dignidad, que nadie las mirara hacia abajo como lo hicieron conmigo.

La gente siempre me humillaba. Invertí cada centavo ganado en la educación de mis hijas. Nunca me compré una camisa nueva, usaba ese dinero para comprarles libros. Respeto era todo lo que quería ganar para mí. Era un limpiador. El día anterior a la fecha de admisión de mi hija en la universidad, no podía costear su matrícula. No pude trabajar ese día. Me senté a un lado de la basura y traté de esconder mis lágrimas. No tenía fuerzas para trabajar. Todos mis compañeros me miraban, pero ninguno se acercó a hablarme. Había fallado, tenía el corazón roto y ninguna idea de cómo le diría a mi hija que no podría pagar su colegiatura.

Nací pobre. Nada bueno le puede pasar a una persona pobre, creía. Después del trabajo, todos los trabajadores se acercaron a mí, se sentaron a un lado y me preguntaron si los consideraba hermanos. Antes de que pudiera contestar, colocaron sus ganancias del día en mi mano. Cuando traté de rechazarlas, todos me enfrentaron y dijeron: ‘moriremos de hambre hoy si es necesario, pero tu hija tiene que ir a la universidad’. No supe qué responder.

Ese día no me bañé. Llegué a casa como un limpiador. Mi hija está a punto de terminar la universidad. Tres de ellas ya no me dejan trabajar. Mi hija consiguió un trabajo de medio tiempo y las otras tres dan asesorías. Regularmente, mi hija universitaria me lleva a mi lugar de trabajo. Alimenta a mis compañeros. Ellos ríen y le preguntan por qué lo hace. Ella respondió: ‘ustedes no comieron aquel día y así pude convertirme en lo que soy ahora; recen por mí para que pueda alimentarlos cada día’. Ahora un día no me siento como un pobre hombre. Quien tenga esos niños, cómo puede ser pobre?

– Idris».

fuente:pronto