La experta organizadora María Gallay asegura que uno de los problemas del desorden es no contar con espacios adecuados.

“Se pondrá de moda de nuevo”. “Me lo volveré a poner cuando baje 10 tallas”… El orden de muchas casas, especialmente el de sus armarios, está lleno de excusas, de ‘porsiacasos’ que nos llevan a acumular y que contribuyen al desorden de nuestro hogar. Y es que almacenamos muchas cosas incesarias pero, sobre todo, acostumbramos a no tener los espacios adecuados para guardarlas. Esta es la rápida radiografía de María Gallay (Buenos Aires, 1968), una “obsesa” confesa del orden que en 2003 decidió profesionalizar su manía y se convirtió en organizadora profesional. Gallay, que solo tiene elogios para el modelo de orden japonés -con Marie Kondo como una de sus caras visibles- acaba de publicar El poder del orden (Planeta).

La premisa de esta organizadora argentina para mantener el orden en casa es que las cosas deben tener un sitio cómodo, lógico y práctico donde vivir. Gallay, que reconoce que el umbral del orden y del desorden es algo muy personal aunque no entiende de sexos, asegura que en sus años de organizadora profesional ha visto de todo –independientemente de personas con patologías graves como síndrome de Diógenes o compra compulsiva

Y para mantener la casa ordenada, Gallay aplica una rutina en cinco pasos inspirada en el sistema de las cinco S que usan los japoneses y que nació en las fábricas niponas.

Estos son algunos trucos con los que podrás conseguir mantener a raya el orden en casa.

La regla de oro

Lo importante somos las personas y las cosas tienen que ir después. Esta es la máxima de María Gallay. Para la organizadora, el espacio tiene que trabajar para nosotros, para que estemos cómodos. Así, si tenemos la costumbre de comprar mucho, hay que pensar que la casa se va a ir llenando y va a ser complicado mantener el orden. También hay que ser conscientes que hay un volumen de contenido que no se puede sobrepasar, aunque normalmente sucede porque acostumbramos a meter en casa más cosas de las que salen. Por ello, la organizadora recomienda ir vigilando un poco ese equilibrio.

¿Un espacio adecuado?

Por el contrario a lo que la gente cree, a menudo el problema del orden no tiene que ver con la falta de espacio sino más bien con que éste no es adecuado para la persona, señala la organizadora. Así, lo que acostumbra a pasar es que hay espacio pero no está bien optimizado. Quizás el armario fue hecho para los anteriores propietarios y no es práctico para el actual inquilino. Por eso Gallay recuerda que para que un sistema de orden funcione tiene que estar adaptado al contenido o a la ropa del que lo va a usar. Uno de los clásicos ejemplos de espacios poco adecuados o inservibles es para la organizadora los armarios de cocina con fondos eternos o rincones imposibles.

El orden que se mantiene solo

Gallay promueve un sistema de orden basado en la influencia japonesa con cinco pasos básicos:

Vaciar. Si hablamos del armario de la ropa, lo primero que hay que hacer es vaciar el contenido encima de la cama tanto lo que está doblado como lo que está colgado.

Clasificación y selección. Más tarde hay que clasificar por prendas todas las piezas: los pantalones, las camisetas… Y después clasificar las camisetas según sean de tirantes, manga corta… Si tienes más de cinco camisetas de tirantes hay que ir separando por color y ahí te puedes dar cuenta de cuántas camisetas de tirantes negras tienes. Entonces quizás descubrirás que alguna está más estropeada que otras o que no te la pones. Con esa visión general, puedes darte cuenta de lo que te sobra y elegir con lo que te quieres quedar haciéndote las preguntas básicas: ¿Me gusta? ¿Me cabe? Y ¿Me lo voy a poner? Así, los zapatos fenomenales que en la tienda te encantaban pero te hacen daño, quizás te darás cuenta que sobran.

Configuración. Hay que ver cómo es la configuración del espacio porque quizás tu armario tiene estantes y a ti te gusta todo colgado. Entonces deberías quitar las baldas y poner una barra. Es una solución barata y fácil que te soluciona la vida.

Prever el caos que se pueda formar. Si tienes 20 calcetines, pero hay cinco para lavar, tienes que dejar espacio para todo lo que tiene que caber.

Volver a poner las cosas donde tienen que ir como quieres que vayan. Una vez hecha la selección, hay que devolver las prendas al armario y se debe recolocar teniendo en cuenta quién lo va a usar. Y en el caso de los niños hay que ponerlo cómodo para que lleguen.

Que las cosas vuelvan solas a su sitio

Cada cosa de las que usamos, desde las tijeras hasta el abrigo, debe tener un sitio al que volver y ese sitio tiene que ser cómodo y se tiene que poder acceder sin tener que quitar otras cosas. Esta es una de las consignas de la organizadora. Y tiene que ser un sitio cómodo, lógico y personalizado y práctico por uso. Si cada cosa tiene ese sitio en el que vivir, es muy fácil de mantener, asegura Gallay porque “las cosas casi vuelven solas”.

La eficacia del tiempo

Un error muy común es querer ordenar el salón mientras atendemos al niño u otras tareas, explica la organizadora. Por eso recomienda reservarse un rato para estar tranquilo y atacar un “caos” a la vez. También hay que pensar que ordenar produce desorden y que inevitablemente vamos a tener una zona de caos durante unas horas. De lo que se trata es de ponerse un objetivo y poder llegar al final y luego reservarnos un tiempo al final para poder cerrar y guardar las cosas.

Pero hay que ser consciente que no se puede ordenar toda la casa en un solo día. Y el tiempo dedicado al orden debe ser acotado para no agobiarse porque acostumbramos a ser eficaces en decidir tan solo unas dos o tres horas. Por eso hay que marcarse un objetivo que sea posible y acabar la tarea.

Lo que sale del armario sale de casa ese mismo día

Otra consigna importante a la hora de ponerse manos a la obra con el orden es que lo que sale del armario tiene que salir de la casa ese mismo día: si es para donar lo llevamos a donar y si es para tirar lo tiramos de ese mismo día. No puede quedar en el recibidor, en el maletero del coche o en el pasillo. “Eso ayuda a cerrar el ciclo”, apunta.

Aprender a despegarnos de la cosas

Salvo raras ocasiones, el trastero es un limbo al que van a parar las cosas mientras tomas la decisión de que no te hacen falta, señala Gallay. “Hay gente que necesita cinco años para darse cuenta que en realidad no quiere algo”, explica. La mayoría son excusas que nos ponemos a nosotros mismos por no asumir que lo tenemos arrinconado ya ha sido amortizado y “ya se puede ir”. De la ropa de niños, un tipo de prenda que tenemos tendencia a almacenar, se puede guardar algo de recuerdo, pero si falta espacio “la mayoría de cosas deben salir de casa”, sentencia la organizadora.

“Hay que ser sincero con uno mismo y atacar sin piedad”, recomienda. La organizadora apunta que “no necesitamos tantos ‘porsiacaso’ y sí más espacio para vivir. Así, la recomendación es despegarnos de aquello que no nos hacen ningún servicio. Un claro ejemplo es la típica camiseta de la universidad o de un concierto. Gallay asegura que si no usas esa prenda ya no es una camiseta, es un recuerdo. Y por tanto debe ir a la caja de los recuerdos o le puedes hacer una foto, pero no tiene que estar en el armario con las otras camisetas porque ocupa espacio.

Un paso intermedio es, junto con el cambio de temporada, sacar las camisetas que no usas y hacer una caja que ponga archivo. Para la organizadora, si las camisetas las quitas del armario y las pones en otro limbo, luego es más fácil que desaparezcan… No verla durante un tiempo te hace ver que no la necesitas.

Aprovechar el cambio de armario

Es recomendable aprovechar el momento del cambio de armario porque es la oportunidad de revisar lo que tenemos en casa, igual que sucede con las mudanzas.

Un premio al final

Después de atajar el orden de casa, la organizadora recomienda reforzarse positivamente, premiarse “para reforzar el trabajo bien hecho”. Para Gallay vivimos el tema del orden como un castigo y hay que cambiar esa concepción porque en realidad “el orden es una herramienta que nos sirve para vivir mejor, para estar más tranquilos”.

Fuente: La Vanguardia