Sucedió en Italia. La madre la vendió por 20.000 euros y la compradora la devolvió a los pocos días por el color de la beba. Y el final de la historia es increíble.

Es una historia de amores perros. Tres mujeres. Dos de ellas miran, respiran, hablan y escuchan. Pero no tienen corazón. La tercera no habla. Y deberá tener un corazón enorme en su vida. Para perdonar.

Era una mañana fría de febrero cuando las dos mujeres sin corazón se encontraron en Latina, una ciudad cercana a Roma. Nicoleta Tanase, una rumana de 25 años, lloraba cuando le entregó su beba, la tercera mujer de esta historia, a una italiana, Francesca Zorzo, de 35 años.

Envuelta en una mantita rosa, la beba pasaba de los brazos de su madre a los de una desconocida a cambio de 20.000 euros. Zorzo ya tenía un hijo, pero su sueño era tener una hija. Y ante la imposibilidad física de lograrlo ya que su esposo está en la cárcel por trafico de drogas, urdió un plan B.

Para empezar, algunos meses antes de ese febrero compró por Internet una panza de embarazada, de látex. En el barrio creyeron que Francesca estaba a la espera de su segundo hijo. Y corrieron los rumores ¿quién era el padre?

A ella no le importó. Siguió con su plan. Italia está viviendo un presente dramático con el tráfico de bebés. Últimamente apareció un fenómeno feroz. Mujeres que llegan de África en las balsas como inmigrantes ilegales son violadas y obligadas a dar a luz a cambio de un puñado de billetes. Y luego el recién nacido es vendido por no menos de 15.000 euros. Los compradores abundan.
Y esta venta se descubrió por pequeños detalles. La madre de la pequeña y la compradora de la beba se presentaron en el registro civil de Latina para saber como anotar a la beba nacida, no en un hospital, sino en la casa de la rumana.

Le dieron una fecha para anotarla, pero la mujer no se presentó a la cita. Y en el registro civil sospecharon. Cuando pidió el turno, la madre no llevaba a su beba en brazos, sino la mujer que la acompañaba, la Zorzo.

El empleado del registro civil avisó a la Justicia. Y se dirigieron a la dirección que habían registrado, la de la falsa madre. Cuando la policía llegó a su casa, la Zorzo dijo que no tenía consigo a la beba y cambió la versión, dijo que la había parido en un hospital de Anzio, otra ciudad cercana a Roma.

La policía fue a investigar. Médicos y enfermeras no se olvidaban de ese nacimiento. Y de Nicoleta, la mamá rumana. En cuanto nació la pequeña dijo que no la quería. En el hospital apareció un hombre, Youssef Berrazzuk, un marroquí de 48 años que dijo ser el padre de la beba. Y se la llevó.

 

No era el padre. Era el tercer anillo del círculo delictuoso. El ya había encontrado meses antes una compradora para la beba. La Zorzo. Pero surgió el peor de los problemas. En la casa de la italiana no estaba la beba, en la de la rumana tampoco, y en la del marroquí menos. ¿Dónde estaba la criatura?
Ninguno de los tres anillos del círculo abría boca. Y entró en acción el equipo de psicólogas de la justicia de Latina. Hablaron con las dos mujeres sin corazón y con el traficante de bebés. Y descubrieron el anillo débil. Era la rumana Nicoleta. Que contó el final de la historia.

Al pasar unos días de la entrega y sin haber recibido el pago, fue a buscar a la Zorzo. Esta la recibió en su casa y no le dio los 20.000 euros, pero si algo que no tiene precio: a la beba. No la quería más. Se dio cuenta que era negra y no podría explicar a la sociedad quien era el padre.

 

Nicoleta viajó a Roma y como si fuera un paquete dejó a la beba en manos del verdadero padre. Un refugiado de Mali que tuvo con ella un breve romance.

La beba pasó a vivir en un departamento repleto de gente en Tor Vergata, uno de los barrios más degradados y peligrosos de Roma. La policía fue a buscarla. Y la encontró en excelente estado. La única mujer con corazón de esta historia estaba a salvo. Su padre la había cuidado con amor.

Los tres anillos delictivos de esta historia están presos desde hace tres días. La beba ahora está en manos de unas monjas en un convento. A la espera de su destino final. Si su verdadero padre, el inmigrante de Malí, la reconoce legalmente quedará en sus manos. Si no lo hace, la pequeña podrá ser adoptada por alguna familia.

 

Una historia de dos madres sin corazón. Y de otra, que fue rechazada por su verdadera madre y por su falsa madre. Es la única con corazón. Deberá tenerlo inmenso para que al crecer pueda perdonar tanto. Y entenderá que hay muchos amores. Incluso amores perros.