Una encuesta realizada a nivel nacional, que incluyó a Corrientes, revela que el mismo porcentaje de argentinos reiteraría la falta si están apurados o por razones de seguridad.

Los números son preocupantes. De acuerdo con una encuesta realizada por la Universidad Siglo 21, el 92,3% de los argentinos admitió que no cumple con por lo menos alguna de estas normas de tránsito: no usar el celular mientras se maneja, no avanzar con luz roja, detenerse ante la señal de prioridad «pare» y circular a la velocidad permitida.

Pero más grave aún es que el mismo porcentaje de personas admitió que volvería a cometer esa infracción por cuestiones de seguridad, si en ese momento estuviera apurado, o si considera que la llamada que llegó a su celular podría ser importante. La infracción más común en los tres últimos meses fue no respetar la señal «pare», seguida por exceder la velocidad máxima permitida, usar el celular y violar la luz roja.

El 78% de los encuestados dijo que disminuye la marcha ante el cartel de «pare», pero no se detiene. Un 62% admite que maneja a más velocidad que lo permitido en alguna calle, avenida o autopista, y el 52% habla por teléfono y envía o recibe mensajes mientras maneja. Y cuatro de cada 10 admiten que pasaron un semáforo en rojo en los últimos 90 días.

«Es probable que la legitimidad de cada norma, el sistema de control del Estado y la percepción del riesgo de los conductores al momento de infringir la ley, entre otros aspectos, influyan en el nivel de apego o desapego de las normas», plantea Gabriel Escanés, investigador de la Universidad Siglo 21 y director del proyecto Rol del Conductor y Cumplimiento de las Normas de Tránsito.

La encuesta, que se hizo por vía telefónica con un cuestionario estructurado, incluyó a 1052 conductores de entre 18 y 60 años de las ciudades de Buenos Aires, Comodoro Rivadavia, Tucumán, Mendoza, Corrientes, Córdoba y Rosario. Las preguntas indagaron tanto en creencias como en conductas en el tránsito, principalmente en cuatro áreas: el rol de conductor, el incumplimiento de las normas de tránsito, las consecuencias de ese incumplimiento y, también, la disposición a violar las normas.

Como ya casi no maneja, Silvia, de 60 años, le presta el auto a su hijo, Sebastián, de 20. Desde que eso ocurrió, se le acumularon varias multas. Por eso están en la sede de la Dirección General de Administración de Infracciones porteña. Ahí, su hijo admite que no puede dejar de usar el celular mientras maneja. Si suena, lo tiene que atender. «Creo que debe haber más campañas de concientización desde todos los medios para educar sobre ese mal hábito que pasa de generación en generación», dice ella.

Horacio también espera su turno en esa oficina. «Cuando lo dejo mal estacionado, soy consciente de que me pueden multar. Pero bueno… estoy apurado y no hay lugares para estacionar», dice.

Hace seis años, la primera etapa de este estudio dio cuenta de que uno de cada dos automovilistas o motociclistas sale a la calle con los nervios alterados. Esa irritación se manifiesta en señas, insultos, bocinazos, maniobras «correctivas» riesgosas y hasta la invitación a pelear. Entonces, el investigador Aldo Merlino desarrolló un índice de ira al conducir (IRA) y otro de probabilidad de cometer una infracción (IPI). Luego de cruzar los resultados de varias encuestas en esa etapa, Merlino y Escanés observaron que el grado de irritabilidad estaba asociado con la predisposición a no cumplir las normas y agredir a otros conductores y transeúntes. Con el IPI, determinaron que más de la mitad de los conductores cometerían una infracción.

Ahora, Escanés aporta nueva información: «Es bajo el nivel de reconocimiento de lo que es una consecuencia por el incumplimiento de las normas -señala-. Esto es negativo socialmente porque refuerza la sensación de impunidad, lo que predispone a repetir la violación de la norma».

¿Cuántos recibieron una multa por no cumplir las normas? El 10% de los que cruzaron el semáforo en rojo o que usan el celular. Superar el límite de velocidad es lo más sancionado, con el 25%.

Además, más del 70% respondió que es «probable» o «muy probable» que exceda la velocidad permitida o no frene ante el cartel de «pare» si está apurado. La mitad aseguró que pasaría una luz roja a la madrugada (la mayoría, por seguridad) y que responde a la llamada de un familiar «porque puede ser algo importante». Lo interesante para Escanés es que «si se consideran las cuatro normas juntas, más del 90% no cumple por lo menos una norma» y que el 92% «reconoce su disposición» a incumplir por lo menos una.

Ricardo espera para pagar su multa y dice: «Mis infracciones son por mal estacionamiento generalmente. Lo que creo es que las sanciones están mal porque son correctivas y no preventivas».

Sondeo local

El pasado mes de octubre se dio a conocer un interesante estudio que realizó la Fundación Prometeo, indagando el razonamiento de los peatones infractores en la zona céntrica, donde el 88,59% de 2.453 peatones encuestados aseguró que cumple con las normas, segundos después de haber cruzado la calle con el semáforo en rojo.

Según dicho relevamiento, la mayoría violan la luz roja porque están apurados, pero hay un número igual de personas que considera que no es riesgoso hacerlo, el tercer tercio de la torta suman los que consideran que el semáforo no sirve para nada y los que tienen como un principio de vida no respetar las señales de tránsito.

El trabajo de campo, que nació por inquietud de egresados de la Carrera de Criminalística alarmados por la inseguridad vial, se desarrolló de la siguiente manera: en los cruces peatonales de Junín (San Lorenzo, Catamarca, Córdoba, Mendoza, San Juan y La Rioja) identificaban a los infractores del semáforo y cuarenta metros más adelante los abordaban con un cuestionario.

Nueve de cada diez se reconocía un fiel cumplidor de las normas de tránsito, pero cuando el encuestador le hacía notar que un instante antes no había respetado un semáforo, las respuestas oscilaban desde el enojo paranoide (“vos me estás siguiendo”), pasando por la negación absoluta (“no, te pareció a vos que no respeté el semáforo peatonal”), y en su gran mayoría el reconocimiento (“me pescaste”).

Entre los que reconocían haber violado la luz roja del semáforo peatonal, proliferaron respuestas asombrosas. Por ejemplo: el 37,61% dijo que lo hizo porque estaba apurado; el 29,67% porque no corría ningún peligro pues los autos estaban lejos; el 18,39% declaró no tener el hábito de respetar semáforos peatonales, en tanto el 14,03% aseguró que los semáforos peatonales no cumplen ninguna función.

El denominador común es que ninguno recibió sanción -de ningún tipo- ni siquiera un llamado de atención. Esto es así porque salvo en determinados horarios no hay inspectores de tránsito controlando que se respeten las señales.

El estudio de la Fundación Prometeo comenzó en 2014, se repitió en 2015 y se actualizó en 2016 a través de 30 voluntarios que completaron en sus distintas etapas 2.453 entrevistas efectivas.

Las conclusiones ayudan a iluminar el camino sobre la tasa de infracciones y la lógica de los peatones infractores. Por ejemplo, una pregunta que se le hizo a los que minutos antes habían violado el semáforo peatonal y lo reconocieron, es si manejaban autos o algún tipo de vehículo, el 42,80% se declaró conductor. Se le requirió entonces que señale ¿cómo se siente cuando un peatón no respeta el semáforo? El 56% manifestó “me molesta muchísimo.

Fuente: La Nación; Norte