El joven correntino a quien los directivos de su colegio impidieron que asista a su recepción con vestido de gala, habló con «La Esquina de Nelson» sobre las repercusiones de su publicación en Facebook y relató cómo fue confesar su homosexualidad, las reacciones de su entorno y cómo se vive la discriminación en Corrientes.

Gerónimo Aquino tiene 17 años y el 13 de diciembre iba a vivir una noche de fiesta que se convirtió en una pesadilla. «Quería ser yo mismo y ser feliz. A nadie le gusta que lo ataquen, discriminen y lo hagan sentir menos», explicó, al contar que los directivos de su colegio, Saint Patrick College, no lo dejaron ir a la celebración de su graduación con un vestido ni con su plan «B», un traje con algunos retoques y plumas en el hombro. Gerónimo buscaba que la ropa lo identificara esa noche.

Cómo fue salir del closet y las reacciones de su familia y amigos
Sobre la ropa «para hombre» o «para mujer» y la aceptación personal
Sobre la discriminación hacia los homosexuales en Corrientes
Sobre las repercuciones de su publicación
A continuación reproducimos la entrevista a Gerónimo que publicó el diario La Nación:

«Soy hombre, me siento identificado como un hombre y me gusta ser hombre. Pero creo que el género es una construcción social: si muchos dicen que un vestido es de hombre, va a pasar a ser de hombre para la sociedad», reflexionó el joven correntino, al otro lado del teléfono.

Días antes de la graduación, su papá había compartido con los directivos de la escuela una foto de la vestimenta que Gerónimo quería usar; intentaba, de este modo, tener el aval de la institución y evitar conflictos. Pero, ante la negativa, el joven se manifestó en las redes sociales en un «posteo» que tuvo gran alcance.

«Se le amenazó a mi familia y a mí en varias ocasiones de echarme tanto del colegio como del egreso, quedándome sin fiesta de recepción o en su peor caso sin título», denunció Gerónimo en una publicación que despertó una catarata de comentarios y reacciones de todo tipo; entre ellas, la más esperada: la respuesta del director. «Me llamó por las repercusiones que había tenido, me dijo que era una falta de respeto. No me trató bien en ningún momento ni me dejó explicarle y me cortó el teléfono», contó el joven a este medio.

Gerónimo recibió el llamado mientras volvía, junto a su papá, de Resistencia. Había viajado porque la fiesta se acercaba y él no tenía un traje «acorde» (según los directivos) para ir. «Sentía mucha ira e impotencia pero fui a Resistencia a comprarme un traje que estuviera bien para el director: un traje ‘heterosexual». Sin embargo, este gesto no bastó: según relató Gerónimo, cuando en la celebración fue a saludar al director, él le «corrió la cara» y tampoco saludó a su familia.

Un proceso de aceptación personal y lucha social

El joven contó a LA NACION cómo fue el proceso de salir del clóset, de contar en la escuela, ante la familia y amigos que él era gay. «Mi orientación sexual es sobre todo una pelea conmigo mismo. La primera vez que dije ‘soy gay’ o que me pinté los labios fue muy duro», contó. Agregó que siempre le gustó el maquillaje y la ropa «típicamente de mujer», pero lo más difícil fue llevarlo a la práctica, por la mirada social que implica. «Me siento mejor conmigo mismo maquillándome», agregó, como si quisiera ratificar lo que siente y lo que es.

En una conversación de al menos media hora, Gerónimo contó a LA NACION que a los tres años su mamá vio que no cumplía con los estereotipos de un varón y decidió llevarlo al psicólogo. Ambos hicieron terapia: él para aceptarse tal como es y ella para poder acompañarlo.

El 13 de julio de 2013 salió del clóset con su mamá, la primera persona que lo supo de su boca. «Se largó a llorar y ahí le dije: ‘voy a seguir siendo el mismo chico de siempre’, y se tranquilizó». A los tres meses, se animó a dar un paso más y, por un mensaje de texto, se lo contó a su papá. «A él le costo más, si bien soy la persona que más ama. Después de un proceso largo, lo terminó aceptando y jamás permitió que nadie me dijera algo».

Según recuerda, su mamá terminó comprándole maquillaje y acompañándolo. Sintió mucha protección dentro de su casa. Lo más difícil fue puertas afuera del hogar porque no lo dejaban entrar a fiestas y lo insultaban.

«Una amiga no me habló por semanas porque le dije que era gay. Me dijo que el amor entre dos hombres no existe, que eso no es una familia», contó -aún se percibe dolor en su voz- y recordó cómo fueron esos días en los que hizo pública su orientación sexual. «Los chicos dejaron de ser mis amigos. Físicamente nunca me atacaron porque no lo permití pero me hicieron barbaridades. Una vez en una clase de geografía corregí a un compañero porque se había equivocado cuando hablábamos de los mares argentinos y me dijo: ‘a mi un puto no me va a callar porque es menos que yo y menos que cualquiera».

Ese día, el profesor echó y sancionó al agresor pero, desafortunadamente, este accionar fue una excepción en la vida de Gerónimo: «Muchos profesores, al escuchar cosas horribles que me dijeron, jamás me defendieron».

En la Argentina, rige la ley de matrimonio igualitario desde julio de 2010. Sin embargo, la ley no basta para que la sociedad acepte la diversidad. En su publicación de Facebook, este joven correntino pide que lo respeten y lo dejen desarrollar su personalidad libremente.

Fuente: La Nación