El joven mallonero de 24 años contó su verdad. Relató que en el horario del crimen, él se encontraba durmiendo en su casa del barrio Seminario. Afirmó que policías a los golpe, querían que se hiciera cargo del homicidio. “Me obligaron a lamer las ropas del muchacho muerto”, se lamentó.

Juan José Andrés “Josele” Altamirano (24) declaró ayer en la apertura del juicio por el cruento asesinato del estudiante Maximiliano Aquino en el barrio Aldana de la capital correntina. Manifestó que a golpes la Policía intentó obligarlo para que se hiciera cargo del crimen e insistió en que la mañana en que se cometió el homicidio, él se encontraba durmiendo en su casa del barrio Seminario.

Con suma tranquilidad el joven mallonero acusado del delito de robo con arma en grado de tentativa en concurso real con homicidio criminis causa, aceptó declarar y se sentó frente al Tribunal Oral Penal Nº2.

Lejos quedó aquella imagen de Altamirano que se difundió a la prensa cuando fue detenido por el asesinato del estudiante sanroqueño. Se lo veía delgado, desprolijo y hasta algo golpeado. Ahora su aspecto es otro. El encierro le hizo ganar kilos. Rapado y fortachón, parecía ser otra persona.

Con su relato por momentos pausado y dubitativo, contó su verdad.

“El viernes 31 de julio por la tarde fui a la casa de mi patrón ubicada a dos cuadras de mi hogar. Lo ayudé en la construcción de un muro que estaba levantando y arreglé mi mallado para pescar. Regresé a mi casa alrededor de las 18.30. Me pegué un baño y luego esperé hasta que se hicieran las 22.30 para buscar a mi chica que salía de la Escuela Nº5. A esa hora la busqué y cuando llegamos hasta la esquina. Ella se fue a su casa y yo a la mía. Mis padres se habían ido a la iglesia así que me acosté a dormir. Por la madrugada me levanté para abrirle la puerta a mi hermano y me acosté otra vez”.

“El 1 de agosto me levanté alrededor de las 8.30. Saludé a un señor que estaba en mi casa llenando unos papeles para la política y les hace el desayuno a mis hermanitos porque mis padres habían salido a comprar el pan. Mientras mi hermanita atendía un kiosco que tenemos”.

“Regresé a la casa de mi patrón y busqué mis herramientas de trabajo. Alrededor de las 10.45 concurrí al barrio Cichero porque un compañero me iba a prestar una canoa para salir a pescar.
En la costa del río, estaba preparando mi malla y veo que se estaciona una camioneta blanca y bajan tres policías de civil. Pensé que me venían a manguear pescado como siempre. En un momento me dicen que el jefe quería hablar conmigo. Le contesto que el jefe está en el cielo y ellos tomaron como que los estaban descansando. Sacaron sus armas, me apuntaron y me llevaron a la Brigada de Investigación Criminal”.

“Cuando llego a la Brigada me bajaron a golpes y trompadas. Me decían que me haga cargo de la causa. Yo no entendía nada. Me desnudaron y encerraron en una celda. Cada cinco minutos me golpeaban. Después me metieron en una oficina, agarraron un palo de escoba y me lo metieron en la parte íntima, o sea en la cola. Hasta me pusieron la mano en la cola. Le pedía tanto a Dios en ese momento. Yo no cometí nada”, aseguró Altamirano.

“El domingo a la mañana me trasladaron a la Comisaría Cuarta. Trajeron las prendas de vestir del muchacho muerto y querían que las lamiera. Yo no soy perro para lamer les dije”.

“Al rato vino un policía que tenía puesto un guante en la mano y me metió el dedo en la cola. En esa oportunidad me hice encima. Me psicologiaban (sic) para que me haga cargo de la muerte del muchacho.

A los garrotazos querían que me haga cargo. Me siguieron torturando. Eso es todo”, finalizó su relato Josele Altamirano que luego respondió algunas preguntas de la querella y la defensa, para aclarar parte de sus dichos.

Fuente: El Litoral